Tuesday, Sep 29 2020

Own houses are not always a safer place for children during confinement caused by COVID-19

Original posted by Ana Vidu

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Scientific Articles

  • Caron, F., Plancq, M. C., Tourneux, P., Gouron, R., & Klein, C. (2020). Was child abuse underdetected during the COVID-19 lockdown? Archives de pédiatrie, 27(7), 399-400. https://doi.org/10.1016/j.arcped.2020.07.010
  • Garstang, J., Debelle, G., Anand, I., Armstrong, J., Botcher, E., Chaplin, H., … & Tudor, E. (2020). Effect of COVID-19 lockdown on child protection medical assessments: a retrospective observational study in Birmingham, UK. BMJ open10(9), e042867. http://dx.doi.org/10.1136/bmjopen-2020-042867
  • Roca, E., Melgar, P., Gairal-Casadó, R., & Pulido-Rodríguez, M. A. (2020). Schools That ‘Open Doors’ to Prevent Child Abuse in Confinement by COVID-19. Sustainability12(11), 4685. https://doi.org/10.3390/su12114685

Explanation of the Post

It was mandatory for everyone to be in their homes to protect themselves from the coronavirus. However, this has also had negative consequences for many people and also for children. Studies showed child-abuse increased during lockdown (Caron et al., 2020; Garstang et al., 2020), but also actions to address and prevent it have been promoted from schools.

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    Durante el primer trimestre del año 2020, la pandemia por el COVID-19 obligó a gran parte de la población mundial a encerrarse en sus casa a causa del efecto devastador de esta pandemia. Esta reclusión obligó a cerrar escuelas, afectando así a más de 1.500 millones de niños y niñas (Naciones Unidas, 2020). Se sabe que la salud es de vital importancia, pero no se puede obviar el riesgo de vulnerabilidad al que algunas niñas y niños quedan expuestos una vez se les encierra en casa.

    En países como España, algunos menores quedaron atrapados con su agresor, aumentando el riesgo de violencia. Pero no todas las situaciones son de convivencia con el agresor. Actualmente, el abuso se ha filtrado a otros canales, como es el caso de las redes sociales, derivando así al ciberacoso. Así pues, muchos niños y niñas dejaron de tener contacto con las trabajadoras y los trabajadores sociales y con su profesorado, profesionales que ayudaban a paliar estas situaciones de amenaza.

    Hay estudios de anteriores epidemias y crisis, los cuales muestran los catastróficos resultados sobre las denuncias de los casos de violencia contra los y las menores y la prestación de servicios relacionados (UNICEF, 2020). Se conoce que antes de la pandemia, 3 de cada 4 niños y niñas de entre 2 y 4 años, sufrían distintas formas de violencia. Estos datos nos hacen reflexionar sobre la importancia de la escuela y la comunidad para hacer frente a esta agresión hacia la vida de un ser humano. Dentro de los colegios, los niños y las niñas comparten un lugar seguro con docentes que deben proporcionar ayuda a su alumnado más vulnerable, poner mecanismos especializados para paliar estas consecuencias, además de identificar las señales de alarma y crear un entorno de diálogo entre el alumnado y toda la comunidad escolar para dar a conocer que no están solos.

    La cuestión del ciberacoso traspasa barreras, pero las familias deben conocer que también tienen un rol fundamental en la vida de sus hijos e hijas y que su supervisión es esencial (UNICEF, 2020). El haber pasado tanto tiempo encerrados en casa con una pantalla, puede haber hecho más fuerte al agresor cibernético y más débil a la salud psicológica de la víctima.

    En conclusión, todos los sistemas de protección de la infancia que rodean a estos pequeños y pequeñas, no pueden apartarse únicamente por situaciones de salud, porque, aunque este último es esencial, los abusos de estas personas pueden conllevar al fin de sus vidas. En momentos tan duros de crisis, los gobiernos deben adoptar medidas inmediatas y a largo plazo para proteger a la infancia, reconociendo como personal esencial en emergencias a todos los sujetos que hagan labores sociales. Asimismo, fortalecer las líneas telefónicas, de ayuda inmediata para disponer de los máximos recursos (UNICEF, 2020).

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    El COVID-19 ha cambiado la vida de toda la sociedad tal y como la conocíamos hasta el momento, y la mayoría de esos cambios han sido negativos. Debido a esta pandemia tuvo que tomarse la medida de privar el libre movimiento de los ciudadanos, este confinamiento domiciliario se exceptuaba por motivos esenciales. Esta situación aumentó en cantidad el número de abusos infantiles que se produjeron y crecieron en número los niños que quedaron desprotegidos ante este tipo de violencia.

    El hecho de que el niño o niña ya no estuviese fuera del hogar las horas que estaba escolarizado/a y que el adulto no estuviese fuera las horas laborales que tenía fijas, y que tanto niños como adultos no pudiesen disfrutar de su tiempo de ocio por separado y fuera del domicilio, hacía que tuviesen que pasar 24h juntos, con lo cual era más fácil para el adulto realizar los abusos contra el niño/a. El adulto pagaba su frustración y su estrés, ahora más frecuente debido a la situación, con el niño/a, el cual ahora además se encontraba todo el tiempo en el hogar.

    “Los programas de prevención de la violencia y de bienestar, […] han sido afectadas en 104 países, dejando a unos 1800 millones de niños desprotegidos y sin una instancia a la cual recurrir en caso de violencia y otros abusos, […]” (La irrupción del COVID-19 ha dejado a los niños sin protección frente a la violencia, 2020).

    Como bien lo expresa la página de noticias de la ONU, son millones los niños y niñas que ante los abusos que recibían de sus padres han quedado sin protección, podría incluso atreverme a decir que estuvieron atrapados durante el confinamiento con sus peores enemigos. El efecto negativo que tuvo el COVID-19 en todo esto fue que las víctimas de tales abusos no podían acudir a los centros de ayuda, tampoco estábamos preparados como sociedad para afrontar una pandemia, por lo cual no tenían métodos de adaptación para situaciones como la que fue el confinamiento domiciliario total.

    Algunas de las medidas que ahora se proponen para adaptar los servicios de ayudas a estos niños y niñas que reciben tales abusos a la situación que vivimos ahora provocada por el COVID-19, según una página de la ONU, son las siguientes:

    “[…] líneas directas gratuitas las 24 horas, servicios de mensajes de texto gratuitos, servicios sociales y psicológicos remotos y refugios móviles para menores” (Los niños deben estar protegidos de la pedofilia y el abuso exacerbado por la pandemia del coronavirus, 2020).

    La dificultad de detectar los casos de violencia doméstica por parte de los padres a sus hijos/as durante el confinamiento domiciliario se ve plasmada en esta noticia del periódico digital “EL PAÍS”, que dice lo siguiente: “Ya no van al colegio, donde los profesores pueden detectar lo que ocurre. Ni se relacionan con amigos. Están solos con su familia. Si normalmente es difícil saber lo que pasa de puertas adentro, ahora aún más.” (EL PAÍS, 2020).

    El hecho de que nadie de fuera de su entorno familiar pueda detectar alguna de estas situaciones debido a que no pueden salir de dicho entorno, agrava también la situación. Por estos motivos, debemos tener esto en cuenta y poner medidas cuanto antes para que no siga en aumento este tipo de abusos y conseguir ayudar a todos esos niños y niñas que se encuentran en situaciones de abuso doméstico por parte de sus familiares.

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    En el último año, comenzando en el 2020 y siguiendo afectándonos durante los primeros meses del 2021, el Covid-19 es un suceso que a afectado a toda la población mundial haciendo que nos adaptemos a una nueva realidad de forma rápida y precipitada, en la que durante muchos meses, por la seguridad de la ciudadanía se ha generado un confinamiento y muchas situaciones en las que el hogar se establece como un “lugar seguro” de esta afección.
    Lo cierto es que la concentración de las personas en sus casas tiene como objetivo la protección social, una protección que nos haga aislar al virus. El problema es que estas situaciones, aunque estén destinadas a la protección social, hay personas con unas circunstancias vitales que este confinamiento impide que puedan desarrollar sus actividades habituales, o al menos no en las condiciones deseables.
    En el ámbito escolar, las dificultades que genera la docencia online son cada vez mayores; ya no solo la docencia online sino la confrontación de diversas actividades familiares en un mismo espacio que puede conllevar a un desinterés del alumno por la clase o por falta de concentración. La conciliación de las diversas actividades paternas como pueden ser las tareas del hogar o el teletrabajo, con la vida escolar pueden generar malestar para el alumno; así mismo la situación medica y social que provoca tanto el virus como el aislamiento social pueden generar dificultades en el seguimiento de las clases.
    También debemos de añadir que el acceso a internet o a medos digitales no es igual en todos los hogares, y que, a pesar de los esfuerzos de muchos centros educativos, no se consigue dotar a todos los alumnos de los recursos necesarios para el seguimiento de las clases. En Chile un 12’6% de los hogares con niños en edad escolar no tienen acceso a Internet, por lo que se provoca la incorporación forzosa de métodos o herramientas de aprendizaje. Esto no solo se consideraría un problema de falta de recursos, sino que provoca un aumento de las desigualdades debido a condiciones socioeconómicas porque los más afectados por la falta de recursos de este tipo son los colegios públicos.
    Todo esto, son males menores en cuanto empezamos a plantearnos como debe de ser la situación de las familias en las que existen malos tratos o abusos de algún tipo. El aislamiento de los niños no solo puede conllevar a la continuación de malos tratos o que empiecen a darse por las condiciones familiares y sociales que provoca el covid-19. Las conductas de violencia no solo se pueden producir de forma física y a manos de los padres, ya que también pueden presentarse en forma de abusos psicológicos, sexuales, o provocados por comunidades en línea a través de ciberacoso o perpetuando conductas en línea arriesgadas o violentas.
    Con todo esto, podemos ver que el espacio más seguro para un niño no es en un hogar, ya que las situaciones y actuaciones que se pueden producir pueden atentar no solo contra la seguridad física y psicológica del niño/a, sino que se puede producir que en el futuro exista una perpetuación de las conductas vividas o un trauma. Es importante entender que las escuelas no solo son centros donde aprenden competencias básicas, sino que son entornos de socialización, en especial con profesionales de la infancia que pueden comprobar el desarrollo de los niños, así como evaluar que no haya situaciones externas que puedan afectar a su crecimiento.

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    En marzo de 2020 se impuso a nivel mundial el ordenamiento de permanecer en casa debido a la pandemia causada por el Covid-19. Este hecho ha afectado de manera negativa a una gran parte de la población, entre ellos se encuentran niños y niñas para los que su propia casa no era el lugar más seguro, ya que han tenido que convivir las 24 horas del día con su agresor.

    La pandemia ha elevado los niveles de estrés de la población aumentando el riesgo de violencia, tanto física como psicológica por parte de los progenitores o tutores hacía los menores, además de aumentar los abusos sexuales infantiles por internet debido a la mayor presencia de menores que socializan y estudian mediante la red.

    Al tener que interrumpir los servicios de protección por causa de las restricciones estos niños quedaron desprotegidos por parte del sistema y también perdieron el apoyo que pueden recibir al asistir a la escuela, tanto por parte de sus compañeros como de los profesores, ya que estos últimos observan a su alumnado a diario lo que les permite detectar cambios en la conducta del niño.

     “Demasiados niños dependen de los sistemas de protección de la infancia para estar a salvo. En momentos de crisis, los gobiernos deben tomar medidas inmediatas y a largo plazo que protejan a los niños de la violencia, incluyendo medidas como el reconocimiento e inversión en los trabajadores sociales como personal esencial en emergencias; fortalecer las líneas telefónicas de ayuda inmediata; así como facilitar la disponibilidad de los recursos de crianza positiva”. (UNICEF, 2020)

    Los gobiernos realizan una gran función al emplear planes de protección hacia la infancia, pero se deben de adaptar para en situaciones como esta poder continuar atendiendo a los menores. Es necesario que lo trabajadores que velan por la seguridad de los menores se consideren esenciales y se empleen los medios y recursos necesarios para que puedan realizar su actividad con total seguridad. Por otra parte, también considero necesario preparar planes de formación sobre el uso de la red en menores y el ciberacoso destinado tanto a padres como a menores con el fin de sensibilizar y prevenir situaciones de acoso virtual.

    ¨En los últimos años, la comunidad mundial ha logrado importantes avances para proteger a los niños frente a la violencia. No debemos permitir que esos logros se pierdan en esta conmoción que estamos viviendo. Debemos hacer todo lo posible para proteger a los niños ahora. Y debemos planear juntos el futuro para que cuando se supere la crisis de salud inmediata, podamos enfilar de nuevo el rumbo hacia el objetivo de poner fin a todas las formas de violencia, maltrato y abandono de los niños¨. (ONU, 2020)

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  5. SCIENTIFIC ARTICLES:

    • Garstang, J., Debelle, G., Anand, I., Armstrong, J., Botcher, E., Chaplin, H., … & Tudor, E. (2020). Effect of COVID-19 lockdown on child protection medical assessments: a retrospective observational study in Birmingham, UK. BMJ open, 10(9), e042867. https://bmjopen.bmj.com/content/bmjopen/10/9/e042867.full.pdf
    • Roca, E., Melgar, P., Gairal-Casadó, R., & Pulido-Rodríguez, M. A. (2020). Schools That ‘Open Doors’ to Prevent Child Abuse in Confinement by COVID-19. Sustainability, 12(11), 4685. https://www.mdpi.com/2071-1050/12/11/4685

    COMMENT:

    Marzo de 2020. Fue un punto de inflexión. Todo cambió y sobre todo nosotros. Donde el mundo se paró. Nos superó. Muchas personas dicen que simplemente necesitábamos volver a casa y respirar de nuestras vidas agitadas, rápidas y valorar. Valorar a las personas con las que compartimos la vida, valorar el tiempo y la cotidianidad. Volver a nuestro refugio. A nuestro mundo. Donde desde nuestra habitación podemos luchar contra cualquier monstruo. Pero a veces los monstruos no se quedan fuera. Se cerraron muchas puertas el 15 de Marzo de 2020 y en muchas de ellas se quedaron monstruos dentro. Y ese refugio donde se supone que teníamos que resguardarnos se tambalea, y nosotros con él. 

    Y es que no siempre encontramos nuestro refugio en nuestra casa. A veces nuestro lugar seguro es un pupitre. Es un aula. Es una escuela y es una profesora. Porque al igual que muchas otras violencias el abuso infantil es una realidad. Y no es causa de la pandemia mundial causada por el Covid-19. No. El abuso infantil siempre ha estado aunque nunca ha sido lo suficiente relevante para ponerlo como punto clave en las agendas sociales y políticas. O bueno mejor dicho no han querido ponerlo. 

    Pero algo podemos afirmar de nuestra nueva realidad y es que la situación ha empeorado. Debemos empezar a debatir y reflexionar sobre las causas y consecuencias que tiene este tipo de violencia. Porque no estamos hablando de personas adultas, estamos hablando de niños y niñas que se ven desprotegidos por una situación de emergencia. Pero sin dudarlo ellos ya viven una situación de emergencia. Y al parecer el mundo se ha olvidado de ellos. Los servicios de protección del menor se han visto reducidos a urgencias. Como si eso fuera suficiente. Las llamadas aumentaron duramente el confinamiento pero los informes sobre abusos infantiles han disminuido sospechosamente, ¿Por qué? La escuela ha cerrado. Y con ella se acabaron las evidencias físicas y sin estas al parecer no se puede realizar un informe. Y no se puede ayudar. Y entonces todo se para y dejamos a miles de niños y niñas viviendo con sus mayores monstruos. Y reducimos servicios sociales porque no son de primera necesidad ¿No? Las Naciones Unidas dicen así “El hecho de que los niños no puedan acudir a sus amigos de la escuela, a los maestros o a los trabajadores sociales, ni acceder a los servicios y espacios seguros que ofrecen las escuelas, agrava la situación” Aún así, seguimos sin valorar la importancia de las escuelas abiertas. La educación puede llevarse de manera online. Eso pensamos. Como si no tuviéramos que pensar la gran exposición a la que estamos sometiendo a nuestros niños y niñas. Como si internet no fuera otro gran monstruo. Donde el peligro les acecha. Tendremos que empezar a cambiar nuestra idea sobre la escuela, porque más que una institución donde se adquieren competencias y habilidades esta es en muchas ocasiones un refugio. De esos monstruos. Y no, no tenemos el mejor sistema. Posiblemente falten miles de cosas por construir y deconstruir. Cambiar. Pero la escuela no puede cerrar, porque mucho más que educar o transformar, la escuela y los profesores salvan vidas. Y obviamente como educadores tenemos que luchar contra el sistema y sobre todo contra las políticas de turno. Porque la situación causada por el Covid-19 sí que está teniendo consecuencias devastadoras para miles de niños y niñas. Que se ven encerrados con maltratadores o expuestos a un gran nivel de vulnerabilidad. Y nuestro sistema no tiene que ser frágil. El abuso infantil es una urgencia al igual que mantener los servicios sociales y las escuelas debería ser una prioridad. Como bien se defiende desde las Naciones Unidas “Los gobiernos desempeñan un papel fundamental. Deben velar por que los planes de prevención y respuesta en torno a la COVID-19 incluyan medidas adecuadas a cada edad y sensibles a las necesidades de los géneros, para proteger a todos los niños frente a la violencia, el abandono y el maltrato. Los servicios de protección de la infancia y los trabajadores que prestan esos servicios deben ser considerados como esenciales, y se deberán dotar para ellos los recursos correspondientes.”.

    No podemos hacer como que no pasa nada, desde todo tipo de organismo público se debe luchar para proteger los derechos del infante. Y sobre todo, debemos poner nuestro empeño en que nuestro sistema no sea frágil y si viene otro desastre podamos hacerle frente sin dejar a miles de niños y niñas sin protección. La escuela es un punto clave. Porque la escuela mucho más que ser una institución es un salvavidas, es por ello, que no se debería volver a cerrar sin sopesar la cantidad de consecuencias que ha tenido esta decisión. 

    En conclusión, esta evidencia nos debería dar miedo. El sistema de protección no puede debilitarse en momentos de emergencia. Porque es en estos momentos cuando más necesitamos de estos recursos y de estas ayudas para hacer frente al maltrato y la violencia. 

    OTHER SOURCES:

    Naciones Unidas. (s. f.). Violencia contra los niños: Una crisis oculta vinculada a la pandemia por COVID-19. Recuperado 22 de febrero de 2021, de https://violenceagainstchildren.un.org/es/news/violencia-contra-los-ni%C3%B1os-una-crisis-oculta-vinculada-la-pandemia-por-covid-19

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    Marzo de 2020. Fue un punto de inflexión. Todo cambió y sobre todo nosotros. Donde el mundo se paró. Nos superó. Muchas personas dicen que simplemente necesitábamos volver a casa y respirar de nuestras vidas agitadas, rápidas y valorar. Valorar a las personas con las que compartimos la vida, valorar el tiempo y la cotidianidad. Volver a nuestro refugio. A nuestro mundo. Donde desde nuestra habitación podemos luchar contra cualquier monstruo. Pero a veces los monstruos no se quedan fuera. Se cerraron muchas puertas el 15 de Marzo de 2020 y en muchas de ellas se quedaron monstruos dentro. Y ese refugio donde se supone que teníamos que resguardarnos se tambalea, y nosotros con él. 

    Y es que no siempre encontramos nuestro refugio en nuestra casa. A veces nuestro lugar seguro es un pupitre. Es un aula. Es una escuela. Es una profesora. Porque al igual que muchas otras violencias el abuso infantil es una realidad. Y no es causa de la pandemia mundial causada por el Covid-19. No. El abuso infantil siempre ha estado aunque nunca ha sido lo suficiente relevante para ponerlo como punto clave en las agendas sociales y políticas. O bueno mejor dicho no han querido ponerlo. 

    Pero algo podemos afirmar de nuestra nueva realidad y es que la situación ha empeorado. Debemos empezar a debatir y reflexionar sobre las causas y consecuencias que tiene este tipo de violencia. Porque no estamos hablando de personas adultas, estamos hablando de niños y niñas que se ven desprotegidos por una situación de emergencia. Pero sin dudarlo ellos ya viven una situación de emergencia. Y al parecer el mundo se ha olvidado de ellos. Los servicios de protección del menor se han visto reducidos a urgencias. Como si eso fuera suficiente. Las llamadas aumentaron duramente el confinamiento pero los informes sobre abusos infantiles han disminuido sospechosamente, ¿Por qué? La escuela ha cerrado. Y con ella se acabaron las evidencias físicas y sin estas al parecer no se puede realizar un informe. Y no se puede ayudar. Y entonces todo se para y dejamos a miles de niños y niñas viviendo con sus mayores monstruos. Y reducimos servicios sociales porque no son de primera necesidad ¿No? Las Naciones Unidas dicen así “El hecho de que los niños no puedan acudir a sus amigos de la escuela, a los maestros o a los trabajadores sociales, ni acceder a los servicios y espacios seguros que ofrecen las escuelas, agrava la situación” Aún así, seguimos sin valorar la importancia de las escuelas abiertas. La educación puede llevarse de manera online. Eso pensamos. Como si no tuviéramos que pensar la gran exposición a la que estamos sometiendo a nuestros niños y niñas. Como si internet no fuera otro gran monstruo. Donde el peligro les acecha. Tendremos que empezar a cambiar nuestra idea sobre la escuela, porque más que una institución donde se adquieren competencias y habilidades esta es en muchas ocasiones un refugio. De esos monstruos. Y no, no tenemos el mejor sistema. Posiblemente falten miles de cosas por construir y deconstruir. Cambiar. Pero la escuela no puede cerrar, porque mucho más que educar o transformar, la escuela y los profesores salvan vidas. Y obviamente como educadores tenemos que luchar contra el sistema y sobre todo contra las políticas de turno. Porque la situación causada por el Covid-19 sí que está teniendo consecuencias devastadoras para miles de niños y niñas. Que se ven encerrados con maltratadores o expuestos a un gran nivel de vulnerabilidad. Y nuestro sistema no tiene que ser frágil. El abuso infantil es una urgencia al igual que mantener los servicios sociales y las escuelas debería ser una prioridad. Como bien se defiende desde las Naciones Unidas “Los gobiernos desempeñan un papel fundamental. Deben velar por que los planes de prevención y respuesta en torno a la COVID-19 incluyan medidas adecuadas a cada edad y sensibles a las necesidades de los géneros, para proteger a todos los niños frente a la violencia, el abandono y el maltrato. Los servicios de protección de la infancia y los trabajadores que prestan esos servicios deben ser considerados como esenciales, y se deberán dotar para ellos los recursos correspondientes.”.

    No podemos hacer como que no pasa nada, desde todo tipo de organismo público se debe luchar para proteger los derechos del infante. Y sobre todo, debemos poner nuestro empeño en que nuestro sistema no sea frágil y si viene otro desastre podamos hacerle frente sin dejar a miles de niños y niñas sin protección. La escuela es un punto clave. Porque la escuela mucho más que ser una institución es un salvavidas, es por ello, que no se debería volver a cerrar sin sopesar la cantidad de consecuencias que ha tenido esta decisión. 

    En conclusión, esta evidencia nos debería dar miedo. El sistema de protección no puede debilitarse en momentos de emergencia. Porque es en estos momentos cuando más necesitamos de estos recursos y de estas ayudas para hacer frente al maltrato y la violencia. 

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  7. SCIENTIFIC ARTICLES:

    • Garstang, J., Debelle, G., Anand, I., Armstrong, J., Botcher, E., Chaplin, H., … & Tudor, E. (2020). Effect of COVID-19 lockdown on child protection medical assessments: a retrospective observational study in Birmingham, UK. BMJ open, 10(9), e042867. https://bmjopen.bmj.com/content/bmjopen/10/9/e042867.full.pdf

    COMMENT:
    Marzo de 2020. Fue un punto de inflexión. Todo cambió y sobre todo nosotros. Donde el mundo se paró. Nos superó. Muchas personas dicen que simplemente necesitábamos volver a casa y respirar de nuestras vidas agitadas, rápidas y valorar. Valorar a las personas con las que compartimos la vida, valorar el tiempo y la cotidianidad. Volver a nuestro refugio. A nuestro mundo. Donde desde nuestra habitación podemos luchar contra cualquier monstruo. Pero a veces los monstruos no se quedan fuera. Se cerraron muchas puertas el 15 de Marzo de 2020 y en muchas de ellas se quedaron monstruos dentro. Y ese refugio donde se supone que teníamos que resguardarnos se tambalea, y nosotros con él. 

    Y es que no siempre encontramos nuestro refugio en nuestra casa. A veces nuestro lugar seguro es un pupitre. Es un aula. Es una escuela. Es una profesora. Porque al igual que muchas otras violencias el abuso infantil es una realidad. Y no es causa de la pandemia mundial causada por el Covid-19. No. El abuso infantil siempre ha estado aunque nunca ha sido lo suficiente relevante para ponerlo como punto clave en las agendas sociales y políticas. O bueno mejor dicho no han querido ponerlo. 

    Pero algo podemos afirmar de nuestra nueva realidad y es que la situación ha empeorado. Debemos empezar a debatir y reflexionar sobre las causas y consecuencias que tiene este tipo de violencia. Porque no estamos hablando de personas adultas, estamos hablando de niños y niñas que se ven desprotegidos por una situación de emergencia. Pero sin dudarlo ellos ya viven una situación de emergencia. Y al parecer el mundo se ha olvidado de ellos. Los servicios de protección del menor se han visto reducidos a urgencias. Como si eso fuera suficiente. Las llamadas aumentaron duramente el confinamiento pero los informes sobre abusos infantiles han disminuido sospechosamente, ¿Por qué? La escuela ha cerrado. Y con ella se acabaron las evidencias físicas y sin estas al parecer no se puede realizar un informe. Y no se puede ayudar. Y entonces todo se para y dejamos a miles de niños y niñas viviendo con sus mayores monstruos. Y reducimos servicios sociales porque no son de primera necesidad ¿No? Las Naciones Unidas dicen así “El hecho de que los niños no puedan acudir a sus amigos de la escuela, a los maestros o a los trabajadores sociales, ni acceder a los servicios y espacios seguros que ofrecen las escuelas, agrava la situación” Aún así, seguimos sin valorar la importancia de las escuelas abiertas. La educación puede llevarse de manera online. Eso pensamos. Como si no tuviéramos que pensar la gran exposición a la que estamos sometiendo a nuestros niños y niñas. Como si internet no fuera otro gran monstruo. Donde el peligro les acecha. Tendremos que empezar a cambiar nuestra idea sobre la escuela, porque más que una institución donde se adquieren competencias y habilidades esta es en muchas ocasiones un refugio. De esos monstruos. Y no, no tenemos el mejor sistema. Posiblemente falten miles de cosas por construir y deconstruir. Cambiar. Pero la escuela no puede cerrar, porque mucho más que educar o transformar, la escuela y los profesores salvan vidas. Y obviamente como educadores tenemos que luchar contra el sistema y sobre todo contra las políticas de turno. Porque la situación causada por el Covid-19 sí que está teniendo consecuencias devastadoras para miles de niños y niñas. Que se ven encerrados con maltratadores o expuestos a un gran nivel de vulnerabilidad. Y nuestro sistema no tiene que ser frágil. El abuso infantil es una urgencia al igual que mantener los servicios sociales y las escuelas debería ser una prioridad. Como bien se defiende desde las Naciones Unidas “Los gobiernos desempeñan un papel fundamental. Deben velar por que los planes de prevención y respuesta en torno a la COVID-19 incluyan medidas adecuadas a cada edad y sensibles a las necesidades de los géneros, para proteger a todos los niños frente a la violencia, el abandono y el maltrato. Los servicios de protección de la infancia y los trabajadores que prestan esos servicios deben ser considerados como esenciales, y se deberán dotar para ellos los recursos correspondientes.”.

    No podemos hacer como que no pasa nada, desde todo tipo de organismo público se debe luchar para proteger los derechos del infante. Y sobre todo, debemos poner nuestro empeño en que nuestro sistema no sea frágil y si viene otro desastre podamos hacerle frente sin dejar a miles de niños y niñas sin protección. La escuela es un punto clave. Porque la escuela mucho más que ser una institución es un salvavidas, es por ello, que no se debería volver a cerrar sin sopesar la cantidad de consecuencias que ha tenido esta decisión. 

    En conclusión, esta evidencia nos debería dar miedo. El sistema de protección no puede debilitarse en momentos de emergencia. Porque es en estos momentos cuando más necesitamos de estos recursos y de estas ayudas para hacer frente al maltrato y la violencia. 

    OTHER SOURCES:

    Naciones Unidas. (s. f.). Violencia contra los niños: Una crisis oculta vinculada a la pandemia por COVID-19. Recuperado 22 de febrero de 2021, de https://violenceagainstchildren.un.org/es/news/violencia-contra-los-ni%C3%B1os-una-crisis-oculta-vinculada-la-pandemia-por-covid-1910

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    La pandemia por COVID-19ha tenido un efecto devastador en todo el mundo. Los esfuerzos por contener el coronavirus (cuarentena) son de vital importancia para la salud de la población mundial, pero también hacen que los niños sean más vulnerables al riesgo de sufrir casos de violencia, en especial malos tratos, violencia por motivo de género y explotación sexual. Una tercera parte de la población mundial se encontró confinada con motivo de la COVID-19, y el cierre de las escuelas ha afectó a más de 1.500 millones de niños. Para muchos de ellos, la inestabilidad económica creciente hizo que aumentara su vulnerabilidad frente a peligros como el trabajo infantil, el matrimonio prematuro y la trata de menores de edad.
    Fueron más de 50 días encerrados en casa, en familia. Pero en ese entorno supuestamente seguro, la Fundación Anar (Ayuda a niños y adolencentes en riesgo) ha atendido a 1.441 niños y adolescentes que necesitaban ayuda. Las psicólogas detectaron 863 casos graves: casi la mitad de ellos, por violencia padecida por los menores. Más de 400 niños i niñas se conectaron en este tiempo al chat de la organización para solicitar auxilio. No en todos los casos el foco está dentro del hogar, aunque estos son especialmente preocupantes. Una joven se armó de valor y contó que su padre la insulta, que ella le dice que pare pero él no hace caso. Su nombre no se comenta, para protegerla y salvaguardar su intimidad. “Me pega y me toca mis partes íntimas”, decía la niña, de apenas 11 años, a Anar. “Me siento atrapada”.
    El confinamiento multiplicó la vulnerabilidad de los menores que sufren violencia en el hogar. Ya no van al colegio, donde los profesores pueden detectar lo que ocurre. Ni se relacionan con amigos. Están solos con su familia. Si normalmente es difícil saber lo que pasa de puertas adentro, en ese momento aún más. Anar, que gestionó un servicio de chat a través de su web para asesorar a los menores de forma segura se ha puesto en contacto con los servicios de emergencia en 117 ocasiones durante este tiempo. Casi tres veces al día. Este es el último paso que dan las psicólogas, cuando nadie en su entorno puede protegerlos, cuando la actuación es urgente.

    OTHER SOURCES:

    Representante Especial sobre la violencia contra los niños. (2020). Violencia contra los niños: Una crisis oculta vinculada a la pandemia por COVID-19. Naciones Unidas. https://violenceagainstchildren.un.org/es/news/violencia-contra-los-ni%C3%B1os-una-crisis-oculta-vinculada-la-pandemia-por-covid-19

    Sosa, M. (2020). Violencia durante el confinamiento: “Mi padre me pega y me toca, me siento atrapada”. El País. https://elpais.com/sociedad/2020-05-05/violencia-durante-el-confinamiento-mi-padre-me-pega-y-me-toca-me-siento-atrapada.html

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